No me tengo por muy sentimental. Bueno, un poco sí, pero tampoco mucho. Y sin embargo el otro día se me saltaron las lágrimas leyendo una sarta de tweets en respuesta a una persona a la que ni siquiera conozco. Se trata de Joan Coscubiela.
Joan fijó un tweet en su muro con una foto de unos montañeros -imagno que uno de ellos es él mismo- mostrando una bandera del sindicato Comisiones Obreras. Su texto decía (traduzco): Hoy me he dado cuenta de que empieza nueva etapa de mi vida. Hay compromisos que siempre me acompañarán allá donde esté.
Entre otras flores, Joan recibió un montón de respuestas de este calibre:
Ahora trabajará? 40 años viviendo del cuento y encima dando lecciones! No engañan, todo el mundo sabe lo que eres!
Y lo de que eres un cobarde, también te has dado cuenta hoy?
A seguir chupando del bote publico no? vamos eras la vergüenza que todos hemos visto.
Con la pasta que te paga el sindicato vertical o con los jesuitas?
Por fin te jubilas? # gracias
Si, traicionar a la clase obrera, eres muy bueno en eso.
Desaparece de nuestras vidas y haz un favor al país ya los trabajadores que te han dado trabajo y status
Rata! Más que rata! no olvidaremos
Seguro que los trabajadores no. Desde que has estado en la política los trabajadores hemos ido perdiendo derechos sociales. Tienes vergüenza?
Debes de estar contento por los encarcelamientos, ¿verdad?
Más que las frases en sí mismas, es la actitud de hacer daño al otro, de humillarlo, despreciarlo, lo que me impresiona. Y me pregunto si estas personas están mentalmente sanas y equilibradas o simple y llanamente lo que ocurre es que son mala gente, el tipo de personas a quienes gusta ensañarse con los demás.
Facebook y quizá todavía Twitter con más intensidad han puesto altavoces a nuestros sentimientos más mezquinos, a nuestra cara más infame. Si es una epidemia, necesitamos una vacuna, porque no veo yo que esto remita, sino todo lo contrario. Me faltan herramientas para comprender qué demonios está pasando y porqué.
Y este no saber la razón de tanta agresividad todavía me da más miedo. Sí, creo que mis lágrimas eran de miedo.