Ciertamente, urge educar a los chicos en el respeto a las chicas y para algunos pedagogos ésta es la prioridad número uno.
Pero esto no se consigue del lunes para el martes y mientras tanto pasan cosas, demasiadas, en las que muchas chicas son víctimas de abusos y de violencia por parte de algunos chicos.
Hay un «mientras tanto» que para nada contradice la prioridad de educar a los varones y que básicamente consiste en ganar autonomía y no bajar la guardia.
Mientras tanto ellos no aprenden, deberíamos enseñar a las niñas y hablarles claramente, sin azucarar la realidad:
- Que la inmensa mayoría de los chicos son buena gente, pero que por desgracia no todos lo son.
- Que hay que olfatear las situaciones de riesgo -que las hay, como todo en la vida- y a los indeseables.
- Que hay que verles venir y, que, frecuentemente, lo más aconsejable si eso ocurre es apartarse.
- Que si una no consigue apartarse a tiempo, hay que aprender a rechazarlos y a gritar pidiendo ayuda.
- Que si no se llega a tiempo de apartarse, de rechazarlos o de gritar, o bien una se siente amenazada o paralizada de miedo, una no será para nada cómplice consentidora, sino víctima inocente.
- Que si una es víctima inocente, siempre encontrará apoyo y consuelo en personas que sí son buenas y justas. En definitiva, que una no está sola.
- Que las autoridades, policías y jueces están para hacer justicia, pero como en todas las profesiones, hay malos profesionales que no hacen bien su labor y no por su autoridad poseen la verdad absoluta.
- Y, sobretodo, que no hay que regalar la confianza y la buena fe a quien no la merece.
Será poco pedagógico, pero sinceramente creo que les haremos un flaco favor a las niñas si les escondemos que, aunque poca, también hay gente mala alrededor.