¿Cuán probable es que los países que tratan a los inmigrantes con tanta insensibilidad se comporten de forma similar con sus propios ciudadanos? con esta pregunta cierra Daniel Trilling su magnífico artículo Cinco mitos sobre la crisis de los refugiados, un texto que empecé a difundir tan pronto como lo leí hace apenas dos días.
Me temo que la respuesta es: Muy probable. La insensibilidad es líquida y gaseosa y se cuela por todas partes, con lo cual todos podemos ser, tarde o temprano, víctimas de ella en nuestro país, aunque seamos blancos, cristianos y pequeños burgueses (venidos a menos).
El artículo debería leerse y discutirse reposadamente, no sólo para comprender mejor el problema de las personas refugiadas y las migraciones, sino también para hilar transferencias a otras problemáticas sociales aparentemente diferentes.
Aunque su pregunta final tiene un enfoque ciertamente empático, Trilling desconfía de la estrategia de «contar historias humanas» para captar la atención desgraciadamente efímera del público, pensando que con eso será suficiente para cambiar las conciencias . El autor denuncia que existe el riesgo de sesgar la realidad, saturar y tapar las causas reales de los problemas.
La verdad es que a mí el abuso del reclamo emocional y del storytelling me resulta a veces irritante. Subrayo de de «abuso» porque en lo que sí creo es en el enfoque «racional» de las emociones, aunque esto parece un oxímoron…
En cualquier caso, tenemos experiencias educativas espectaculares en nuestro país en que niños, niñas y jóvenes despliegan su empatía acercándose al problema de las personas refugiadas, pero con pensamiento crítico y capacidad para articular microsoluciones. Y ya que Valencia se ha convertido en una puerta abierta, me gustaría reseñar los proyectos de aprendizaje-servicio de dos centros educativos de este territorio:
La escuela pública El Castell, de Albalat dels Sorells, cuyo proyecto Cants i plors de la Mediterrània («Cantos y llantos del Mediterráneo») convirtió a los alumnos en altavoces de la situación de los refugiados a través de una exposición plástica y un concierto coral orientados a ayudar económicamente a las ONGs que trabajan con ellos.
El Colegio Santa Cruz, de Mislata, que cada año articula un proyecto diferente con su alumnado de secundaria y el CAR, Centro de Acogida al Refugiado, de la población. Empezaron elaborando un documental para colaborar con el CAR en la celebración del Día Mundial del Refugiado. Posteriormente han ido creando otras herramientas de apoyo para y con los refugiados: una aplicación móvil para informarles acerca de los servicios que pueden encontrar en esta población; una celebración conjunta con las personas mayores de la población que vivieron el conflicto de la guerra civil española y la posguerra…
Como dice Emilio, un taxista de Cheste que apoya a los refugiados del Aquarius en todo lo que puede, yo pienso que si tuviese que ir a un país que no es el mío, me gustaría que me ayudasen y que me tratasen de la mejor manera.
Precisamente lo que exige el colectivo CIES NO: que la acogida sea con derechos. La empatía y la emoción no bastan.