El último episodio que he visto de Years and Years es demoledor. La acción transcurre en el 2028, el mundo se ha vuelto absurdo e ingobernable, los desastres ecológicos y sociales se suceden in crescendo y una chica persigue y consigue ser operada para convertirse en transhumana, algo así como un ordenador humano.
Hace fotos con los ojos y las envía pestañeando por email a quien desea; procesa información presente y pasada con gran rapidez, geolocaliza y burla protocolos de seguridad, lo cual le permite meterse en la vida íntima de todo el mundo… y es feliz, muy feliz.
Los padres salen desconcertados y horrorizados del hospital donde han sido testigos de la mutación de su hija. Y la madre, con gran sentimiento de culpabilidad le dice al padre: ¿Y qué querías? ¡Le pusimos una tablet en las manos desde que era un bebé!
Me aterroriza la fascinación tecnológica acrítica y la falta de responsabilidad del conjunto de la sociedad hacia los niños y las niñas, a los que demasiado frecuentemente abandonamos frente a una pantalla, como denuncia la pedagoga Anna Ramis.
Por eso creo en iniciativas como Nalda, un pueblo de cuento, que pretende, entre otras cosas:
- Favorecer, fomentar y crear acciones encaminadas al arraigo de la población rural a su lugar de residencia mediante al acercamiento de la cultura a los pueblos.
- Despertar en jóvenes, niños y niñas el interés por la lectura y la creación literaria en distintas modalidades: a través de la escucha y de su participación en tertulias adaptadas a sus edades y viendo y conociendo a los escritores e ilustradores de los libros.
- Propiciar la participación directa de las niñas, niños y jóvenes animando a que sean protagonistas en un evento cultural.
Esta tarde empieza el evento, organizado por Panal, CEIP Rural y Bookolia, cuenta con el apoyo de Gobierno de La Rioja, Ayuntamiento de Nalda, Universidad de la Rioja, UR Cátedra de Español, ALBÚM (Asociación de editoriales independientes de literatura infantil), librería Santos Ochoa, Asociación El Colletero y REAS Rioja.
En medio de un mundo sofisticado y domesticado por la tecnología, esta iniciativa resulta revolucionaria en su sencillez y autenticidad: cultura rural, escuchar, conversar, leer, participar…
Ojalá todos los niños y niñas tuvieran la oportunidad de disfrutar de Nalda, su gente, sus cerezas y ciruelas, su huerta del Iregua, su patrimonio, su gastronomía y fueran capaces de abandonar durante un buen rato el móvil o la tablet.