Una vez, estando yo en una formación sobre aprendizaje-servicio con estudiantes de magisterio de los primeros cursos, al acabar de presentar algunas experiencias prácticas a través de vídeos donde se veía a profes, chicos y chicas haciendo miles de cosas, un estudiante levanta la mano y, perplejo, pregunta… Pero ¿es que se puede sacar a los niños y niñas del aula?
Por un segundo pensé que se trataba de una broma, de una ironía del estudiante graciosillo de turno, pero al ver la reacción del resto del público me di cuenta de que la pregunta iba en serio.
Bueno, respondí, ¿es que acaso no salen para ir de excursión a la naturaleza, o al zoo, o a visitar un museo…? Y miré a las profesoras de los estudiantes, que también estaban en la sala, esperando que intervinieran ellas también. Pero no lo hicieron, sino que, delicadamente, recondujeron el debate hacia otros derroteros.
Al acabar el curso, quise saber qué pasaba y las interpelé a elles directamente. En realidad, me aclararon, prácticamente no se sale. Hay mucho miedo a que pase algo, a no controlar la situación o, en otros casos, a pedir dinero a las familias para hacer una actividad externa, cuando muchas de elles no van a poder permitírselo.
Esto pasó hace más de cinco años. En su momento pensé que aquello era más bien propio de un entorno concreto, pero no extrapolable a otras realidades.
Sin embargo, tengo la impresión de que, desgraciadamente, es tendencia. Los chicos y chicas, en general, salen poco de la escuela para aprender fuera de ella.
Tal vez esa sea la razón de que sólo el 7% de los proyectos de Servicio Comunitario que se llevan a cabo en Cataluña están relacionados con el Medio Ambiente.
Y, en cambio, el ámbito más frecuente es el de “Acompañamiento y apoyo a la escolarización” que, en la práctica se concreta en apadrinamientos lectores y actividades donde o no es necesario salir de la escuela (porque las resuelven mayores con pequeños) o bien se sale de una escuela para caer en otra. Ojo, que son prácticas excelentes. Sólo digo que el hecho de que sean las más frecuentes tal vez indica alguna cosa.
Este dato del 7% sale, junto con muchos interesantes datos más, en el informe Dades Valoratives sobre la implementación del Servei Comunitari. Curs 2018-2019, que el Departamento de Educación de La Generalitat de Catalunya presentó a finales de enero.
Pues la verdad es que tampoco me consolaría si las escuelas se limitaran a actividades internas –“puertas adentro”- de reciclaje, ahorro energético, campañas de reducción del consumo, etcétera. Porque siendo también actividades estupendas, creo que para implicarse en la defensa del medio ambiente es necesario sumergirse en la naturaleza (aire libre, agua, sol, frío, barro, piedras… ) a todo esto me refiero. Absolutamente urgente.
Hace unos días descubrí Baños de bosque, una propuesta saludable, una publicación del Observatorio salud y medio ambiente, iniciativa conjunta de DKV Seguros y la Fundación Ecología y Desarrollo.
Entre muchos artículos y reportajes reveladores, me llamó la atención 50 cosas a hacer antes de que tengas 11 y ¾. Un listado maravilloso de experiencias con la naturaleza elaborado por la fundación británica National Trust. No pude evitar chequearme a mi misma para comprobar cuantas de esas cosas realmente las hice en algún momento. ¡Haz la prueba!
Tenemos que movilizar no pocas estrategias para que los niños y niñas frecuenten más el entorno natural:
- Facilitar recursos económicos para que el coste de estas actividades no sea un obstáculo.
- Reforzar los equipos de educadores en las salidas.
- Elaborar normativas que estimulen el descubrimiento en lugar de disuadirlo.
- Motivar en las familias paseos y excursiones, para que tengan la oportunidad de disfrutar de la naturaleza… ¡Tal vez ellas también sufrieron este déficit!
Pero mientras tanto -porque todo esto es muy lento-, aquellos estudiantes de magisterio perplejos ante la posibilidad de sacar a los chicos y chicas fuera del aula necesitan urgentemente salir a coger un cangrejo, explorar el interior de un árbol, correr pisando charcos o construir una balsa y probarla en un río… aunque sea de aguas tranquilas.