Alexis era un estudiante muy brillante que yo tuve en la universidad. Culto, listo, comunicativo, divertido, que conocía sus competencias y las explotaba con mucha intuición… ¡todo un crack! Su vida estaba centrada en él mismo. Absolutamente centrada.
Y creo que la educación que había recibido también se había centrado en él. Una educación basada en descubrir su talento y animarle a desarrollarlo. ¡Pues la verdad es que su familia y su escuela se habían esmerado y lo habían logrado con éxito!
Alexis representaba al pie de la letra lo que el psicólogo danés Svend Brinkmann describe lúcidamente en una entrevista en La Vanguardia: Hoy el ideal es un individuo fuerte, que se conoce y se coloca a sí mismo en el centro, se mira el ombligo y usa sus competencias personales y sentimentales tanto en su trabajo como en su vida personal para alcanzar sus fines.
Los fines de Alexis estaban muy claros: ganar dinero en un trabajo que «lo realizara como persona». Me decía: mira Charo, esto de la solidaridad está muy bien, pero para «después». Yo primero quiero ganar mucho dinero y luego ya tendré tiempo de ser solidario.
Cada vez que leo o escucho el mantra educativo de que la educación debe poner al niño en el centro me acuerdo de Alexis y me entra un poco de repelús. Llámame desconfiada.
Entiendo la intención de muchos de los expertos que sostienen esta afirmación, porque creo que apunta a «desescolastizar» la escuela, a despojar a las materias y asignaturas de su excesivo poder, a colocar al profesorado al servicio de la educación y no al revés. ¿Dónde hay que firmar?
Pero el mantra del niño en el centro, aunque nos aleja de la escuela conservadora y casposa -y eso está bien- nos puede acercar peligrosamente al individualismo, al egocentrismo, a la sacralización de las emociones individuales, aquello que Svend Brinkmann describe como capitalismo emocional que rinde culto obsesivo a la autorrealización personal.
Me ha gustado especialmente el título, muy revelador, de esta entrevista: La autenticidad no está en nuestro interior, está en nuestras acciones, y me ha sorprendido que sea un psicólogo quien diga: No eres el centro del universo. ¿por qué es tan importante conocerte, ayudarte y centrarte sólo en ti mismo? Quizá sea mejor conocer al otro y ayudarle.
Digo que me ha sorprendido porque siempre había pensado que los profesionales de la psicología eran precisamente los abanderados del ombliguismo. Por favor, señoras y señores psicólogos, ¡¡perdonadme esta simplificación!!
Recomiendo que leas esta entrevista. Y luego hablemos de cómo compensar el mantra paidocéntrico para que no se deslice hacia la insensibilidad social.
Foto de Porapak Apichodilok: ¡muchas gracias!