De todos es sabido que el término servicio se aplica a muchas cosas diferentes:
Así, entre otras situaciones, discutimos si en tal país es o no obligatorio el servicio militar; en el restaurante, preguntamos dónde está el servicio; nos informan a qué hora es el servicio religioso; constatamos la calidad de los servicios públicos de nuestra ciudad y felicitamos a una amiga que ha montado su propia empresa de servicios.
El término puede utilizarse correctamente en sentido militar, religioso, público o comercial. En todos estos sentidos dispares subyace, no obstante, la idea de cosa útil, necesaria o que interesa a la gente por un motivo u otro.
En el aprendizaje-servicio, el servicio se entiende como una acción solidaria y desinteresada a favor de la comunidad, a través de la cual se aprenden conocimientos, habilidades, actitudes y valores.
Pero aunque se defina y enfoque con nitidez, a la hora de identificar el servicio a la comunidad se producen a veces algunas confusiones conceptuales. Estas son las más frecuentes:
Confundir un acto espontáneo de civismo con un servicio a la comunidad:
Un acto cívico, espontáneo y propio de la buena ciudadanía (por ejemplo, atender a un vecino que tiene dificultades para atravesar la calle; cursar una denuncia a las autoridades municipales, o asistir a una manifestación) no es la idea de servicio a la comunidad del APS, la cual implica una actividad vinculada intencionalmente a unos aprendizajes.
Para deshacer esta confusión es necesario insistir en que el aprendizaje-servicio es una metodología educativa y por tanto, el servicio a la comunidad forma parte de la planificación. Aunque es estupendo que los chicos y chicas que viven estas experiencias muestren en su vida cotidiana actitudes cívicas y respetuosas.
Confundir quién hace exactamente el servicio:
Muchas veces se confunde la autoría cuando el proyecto de aprendizaje servicio lo impulsa una entidad social, al entender que la parte de aprendizaje es la de los jóvenes que participan, pero la parte del servicio es la finalidad social de la misma entidad. El error está en considerar que, como que la entidad es una entidad de «servicio» a la sociedad, cualquier aprendizaje que fomente entre los jóvenes será «aprendizaje-servicio» (aunque se dediquen a jugar a cartas).
Para deshacer esta confusión es necesario poner el acento en que deben ser los niños y los jóvenes los que desarrollen el servicio a la comunidad. Puede ayudar formular una pregunta del tipo ¿Exactamente, cuál es el servicio a los demás que realizaron los jóvenes en esta experiencia?
Confundir la simple difusión como servicio a la comunidad:
Puesto que muchas prácticas educativas o bien los trabajos de investigación se difunden de alguna manera – porque se publican, se filman, aparecen en los medios de comunicación…- a veces se interpreta este hecho como que «ya se ha hecho un servicio», dado que, «se hace un servicio a la sociedad divulgándolo».
En realidad, en estas prácticas, la necesidad social o demanda del servicio pueden ser inexistentes o excesivamente indirectas. Un caso típico son los espectáculos (teatro, danza, coral…).
Muchos grupos artísticos pueden trabajar, naturalmente, con dimensión de aprendizaje-servicio, pero el simple hecho de actuar delante de un público no es suficiente, porque tienen que existir una necesidad social detectada y una planificación del servicio en función de los destinatarios.
A veces, para deshacer esta confusión es necesario repetir que no hace falta que todas las buenas prácticas sean de aprendizaje-servicio. Por el contrario: el menú educativo de los chicos y chicas necesita variedad de buenas experiencias.
Confundir los límites del servicio en cuanto a la proximidad de los destinatarios:
En un servicio a la comunidad ¿dónde empieza la «alteridad»? ¿En qué momento podemos decir que los destinatarios del servicio son realmente «otros»?
Es frecuente encontrarse con dos posturas antagónicas: definir como servicio a la comunidad un apoyo real que se hacen a sí mismos los miembros de un grupo (por ejemplo, el aprendizaje cooperativo en el aula) o bien rechazar como servicio a la comunidad cualquier acción de servicio que se haga dentro de la escuela (por ejemplo, los chicos y chicas mayores que explican cuentos a los niños de parvulario).
Es cierto que es difícil poner límites, pero ambas posturas son extremas. La única orientación es considerar que una actividad puede considerarse servicio a la comunidad cuando los beneficiados no son el círculo familiar, de amistades o de afectos. O por lo menos, no son «sólo» ni principalmente estos colectivos.
Para saber más:
Puedes consultar el capítulo dedicado al servicio en el libro Aprendizaje Servicio (ApS) Educación y compromiso cívico.