La primera vez que oí hablar de emprendimiento social fue hace cuatro o cinco años.
Recibí una llamada. Hola, soy la directora de Ashoka en España, quiero hablar contigo. Estamos buscando emprendedores sociales como tú.
Naturalmente, yo no me consideraba ninguna emprendedora social: Bueno, muchas gracias, pero creo que os estáis equivocando conmigo, yo no soy el tipo de persona que estáis buscando…
Así empezó todo. De aquella entrevista me llevé algunos deberes, por ejemplo la lectura del libro Cómo cambiar el mundo, de David Bornstein. El título me atrajo por lo ingenuo e imprudente y las historias que contiene me parecieron fascinantes. ¡Comencé a entender de qué iba la cosa!
La idea de Ashoka es muy buena y muy sencilla: se trata de apoyar a personas que tienen un buen proyecto social entre manos, y hacerlo justo en el momento en que, sin ese apoyo, el proyecto podría languidecer y morir.
Ayer le concedieron el Premio Príncipe de Asturias a Bill Drayton, la persona que se inventó el concepto de emprendedor social y que fundó Ashoka hace 30 años.
La comunidad global formada por los 3.000 emprendedores sociales de Ashoka en 70 países, fabricando soluciones innovadoras, avalan la fuerza de esta organización internacional tan peculiar.
Creo que puedo afirmar que el apoyo más importante que Ashoka brinda a los emprendedores sociales no es el económico, sino la posibilidad de contactar con personas y proyectos alucinantes; las ventanas que se abren al mundo globalizado y la inmersión permanente en la cultura de la colaboración.
Aunque algunos emprendedores sociales, como el mismo Bill Drayton, son personas extraordinarias y singulares, muchas son personas «plurales», lo cual confirma la intuición que movió a Bill a crear Ashoka: todas las personas pueden pueden producir soluciones y ser parte activa del cambio.
Ésta podría ser una música de fondo: Change the world, de Jessica Allossery. Y aquí puedes ver las personas que formamos parte de esta red en España.