Una vez, cuando mi hija iba a la escuela, llamé por teléfono a la maestra antes de acabar el curso y le dí las gracias por el trabajo realizado.
Se produjo un silencio extraño al otro lado del hilo. Nunca antes nadie me había dado las gracias, acertó a decir finalmente la maestra. Me quedé casi tan perpleja como ella y más tarde tuve necesidad de compartir esta sensación.
Ayer y anteayer asistí a un acontecimiento que me atrevo a calificar de histórico. El martes TV3, la televisión de Cataluña, estrenó el programa Mestres (maestros). Se trata de una serie sobre su quehacer cotidiano, que intenta descubrir cómo son y qué hacen los buenos maestros de hoy.
El primer episodio tuvo un 20% de audiencia, a las 22:30 de la noche, lo cual está muy bien. Fue un capítulo impresionante por lo sencillo, lo dinámico y bien planteado.
En cieto modo, fue una manera de hacer justicia y de dar las gracias a los maestros, que buena falta hace. La verdad es que me sentí orgullosa de la televisión catalana, y debo decir que no es la primera vez que me pasa.
La segunda parte vino el miércoles: la Fundació Jaume Bofill y la Federació de Moviments de la Renovació Pedagògica. Ambas entidades han tenido la genial idea de organizar un ciclo de debates que gira entorno al compromiso ético del profesorado. Cada debate se desarrolla en una ciudad diferente al día siguiente a la emisión de un capítulo de la serie.
Echa un vistazo a la web y al blog del programa. Creo que algo empieza a moverse en la relación siempre difícil entre la escuela y los medios de comunicación. La televisión se ha atrevido a dar visibilidad profesional y personal a los maestros: sin duda es una manera de hacer justicia y, además, el estilo del primer capítulo permite adivinar que también es una manera de dar las gracias.