Lo contrario de la profesionalidad no es el voluntariado, sino la incompetencia, afirmó Josep M. Lozano, quien destacó en su conferencia el papel de los monitores en tanto que referentes personales como uno de los grandes aportes de la educación en el tiempo libre.
Esto fue ayer, en la celebración de la entrega del diploma de monitor número 100.000, un acto solemne y emotivo al que asistí con la pena de haber extraviado mi carnet. Bueno, me quedan los diplomas, eso sí, donde consta que tengo el número 418 de monitor y el número 30 de director… ¡Arqueología pura!
Sin embargo, arqueología aventurera tipo Indiana Jones, porque ese es el recuerdo de la época remota (1975) en que me saqué ambos títulos. Las colonias y los campamentos, así como el trabajo en el barrio, forman parte ya de mi paisaje personal, de la geografía de mis afectos, retos y descubrimientos.
Estoy totalmente de acuerdo con Lozano. Y creo que la competencia se gana con la formación, pero sobretodo con la formación permanente, práctica y, además, consciente. En las actividades y centros de educación en el tiempo libre los monitores no sólo educan a los niños y niñas, sino que también se forman a sí mismos.
Es urgente sacudir el fundamentalismo casposo que parte de la base de considerar que la competencia te cae gratis del cielo por el simple hecho de desarrollar un trabajo voluntario, tipo Si eres voluntario, ya eres mejor educador que un profesional.
Pues no señor. La competencia te la tienes que ganar.
El primer paso puede ser hacer una lista de lo que quieres aprender con esta experiencia, esforzarte por aprenderlo, aplicar lo aprendido y luego evaluarlo. ¡A ver si nos creemos de una vez que no sólo se educan los niños y niñas!