Ayer estuve disfrutando en el TEDxyouthbarcelona.
Catorce jóvenes presentaron sus proyectos artísticos, tecnológicos, sociales, llenos de pasión y convicción.
Los organizadores nos invitaron a escribir una palabra en un post-it después de cada intervención: aquello que nos sugería o nos transmitía cada idea. Al final del acto había que pegar todas las palabras en un mural.
Las mías fueron alegría, compartir, equilibrio, persistencia, agradecimiento, autoestima, aprender… Inspiraciones de jóvenes reales, que no ocupan tanto espacio en los medios como otras percepciones de la juventud: la desidia, la desmotivación, la agresividad, el materialismo, la indiferencia…
Me llamó la atención la referencia constante de estos jóvenes a sus mentores, a personas que les habían empujado a atreverse a soñar. Habían sido las madres, otros familiares, profesores o líderes sociales. Incluso en algún caso fue… ¡la madre de su exnovia!
Mi amigo Alberto Croce sostiene -y yo estoy absolutamente de acuerdo- que no es cierto que los jóvenes rechacen a los adultos. Los necesitan y los aprecian cuando les acompañan al tiempo que les empujan a volar, aún sabiendo que empujar puede ser incómodo y que el vuelo pone distancia.
Este valor del empuje estuvo también presente en una miniconferencia incrustada a mitad del evento: la de Richard St John acerca del éxito.
Uno de los conferenciantes, Guillem Trius, cuya labor fotográfica es extraordinaria, citó cómo le había impactado que la primera palabra que le enseñaron en Gambia fue abaraka, es decir, «gracias».
Creo que el agradecimiento llenó de buenas vibraciones este encuentro con jóvenes reales. Gracias también a tí, María Santolaria, por crearlo.