¡Me encanta hacer de guía de montaña!
Aunque quisiera, no podría sacarme el diploma y ejercer profesionalmente, porque la exigencia física requerida en los exámenes de esta especialidad está muy por encima de lo que yo puedo alcanzar… a día de hoy.
Pero de manera informal, con mis amigotes y amigotas, disfruto lo indecible.
Mis neuronas espejo se activan y se expanden al percibir su placer cuando descubren rincones como el de la foto, el Llac de Malniu, en el Pirineo catalán.
Kate y Cecilia, británica y argentina, pasaron unos días con nosotros. En ellos tuvimos sol y lluvia, la Estrella Polar y Saturno, ciervos, zorros, vacas y caballos, fresas y frambuesas, espliego de montaña y las primeras setas de agosto.
Cuando mi hija tenía tres años, dibujó una «casa-montaña»: una montaña con ventanas y una puerta. Era el hogar soñado donde nos refugiábamos en vacaciones.
Mi segunda casa y mi segundo oficio.