Acabo de leer, mejor diría vivir, La reina descalza, de Ildefonso Falcones.
Adoro las novelas interminables y peliculeras como ésta, en las que, de manera inevitable, te imaginas la película, los actores, los paisajes y hasta los movimientos de cámara y los efectos especiales.
Además, en esta historia de amistad entre una gitana sevillana y una negra cubana en el siglo XVIII, no cesas de dar gracias a Dios por la suerte de no haber nacido en una época tan dura y cruel.
Falcones describe la orgullosa cultura gitana sin buenismos condescendientes, pero con una cierta ternura distante.
Además, aporta una riquísima información sobre la cultura, la economía y las costumbres de la sociedad española preindustrial.
¿Será casualidad o no que mientras empezaba el libro me llegaba la invitación a colaborar con el proyecto Gitanos con palabra? ¡Cómo se enlaza todo!
Echa un vistazo a este proyecto de jóvenes emprendedores sociales de Almería, gitanos y payos, llenos de energía y decididos a cambar la imagen del pueblo gitano.
Creo que la única manera de romper prejuicios es conocernos más, poner empeño e ilusión en lo que nos une y llamar a las cosas por su nombre, sin esquivar los conflictos con falsas tolerancias.