Mientras crece el desierto es el título de una sobrecogedora reflexión del escritor colombiano William Ospina, acerca del proceso de mercantilización brutal que invade todos los ámbitos de nuestra vida.
Le debo el descubrimiento de esta joya -punzante, pero joya, al fin y al cabo- al amigo Raúl Collazos, alma del proyecto Actoría Social Juvenil. Una persona comprometida hasta la médula en la tarea de «parar el desierto».
Desearía que el autor se equivocara: Este es un mundo en el que ya sólo vale lo que cuesta. Hace tiempo ya las muchedumbres han sido excluidas de la cena común, y no deja de ser significativo que a medida que avanza el reino de la mercancía y del lucro, avanza como un río paralelo el reino de la rapacidad, de la miseria y del resentimiento…
Pero algo me dice que, efectivamente, el desierto avanza, porque todavía no somos capaces de poner el progreso al servicio de las personas, en lugar de conducirlo al servicio del capital.
Sin embargo, los optimistas obstinados como yo no podemos evitar que la mirada se nos detenga también en pequeños milagros.
En este caso, fue una fina lluvia de bálsamo brotada en el mismo proceso de compartir en este blog la reflexión de Ospina. Así ocurrió:
Buscaba en google una foto de desierto para ilustrar este post, porque yo no tengo ninguna. La que más me gustaba era la que ilustra esta página y sentí curiosidad por entrar en la web que la albergaba.
Encontré un artículo interesantísimo sobre un desierto en el caribe, y de aquí pasé a otro opuesta, una jungla en el desierto. ¡Estaba descubriendo otra joya!
Se llama Animal de ruta. Un regalo para los apasionados de la geografía.