Uno de los pequeños placeres de las vacaciones de verano es jugar a cartas en el cámping por las noches, normalmente con adolescentes con los cuales nos divertimos muchísimo.
Este año les he enseñado a jugar al continental, aunque rara vez acabamos la velada sin hacer un burro, el juego bestia, sin apenas estrategia, despiadado, que te acelera el corazón y seguro que no es bueno para el colesterol.
Por supuesto ellos me enseñan muchos más, que acostumbro a olvidar durante el curso y así al verano siguiente vuelven a sorprenderme.
El caso es que esta mañana ha sido el primer día de la asignatura de Entrenamiento al Liderazgo Social después de las vacaciones, y empezamos con entrevistas con los nuevos estudiantes.
Un primer ejercicio de comunicación en público consiste en preparar exposiciones de 1 minuto sobre un tema que les toca al azar.
Podría distribuir los temas al azar, escritos en papelitos y punto pelota, pero como todavía tengo el regustillo de los naipes del verano, pongo los temas en un juego de cartas en blanco y así adquiere un toque maverick la cosa.
Aparte de los naipes, saco una caña de pescar invisible, aunque aviso que la llevo encima. Sirve para pescar sorpresas y talentos entre los estudiantes, que luego intento explotar en el aula.
Uno canta, otras aprendieron a tocar el violín, otros hicieron teatro, algunos han dado clases e incluso conferencias, otros navegan y pescan…
Aunque se acabaron mis vacaciones… ¡empiezo otra edición de la asignatura como un viaje a la isla del tesoro!