15.000 sabios reunidos en Doha (Qatar) definiendo la educación del futuro puede ser una maravillosa esperanza o un inquietante laberinto.
¡Ojalá este evento, que tendrá lugar del 4 al 6 de noviembre, nos de más pistas de lo primero que de lo segundo!.
Me gustaría saltar de alegría frente a las tendencias y conclusiones apuntadas en el informe previo (aprender a aprender, el profe como guía, horarios libres, predominio de las tareas individuales…) pero algo me lo impide.
A riesgo de parecer retrógrada, confieso que lo me que produce mayor inquietud son tres tendencias más o menos cool:
Los alumnos como clientes. Aunque algo de eso es bueno tenerlo presente -y tal vez funciona como antídoto a la entronización del profesor- me parece peligroso por lo que tiene de abonar el egoísmo cognitivo, y, por extensión, todos los demás.
La llamada flipped classroom: que los chicos y chicas básicamente aprendan a partir de preparar temas en su casa y expongan en el aula como alternativa a la clase magistral del profesor. ¿En qué casas esto va a funcionar? ¿ Cuáles serían los alumnos directamente favorecidos al aplicar esta metodología?
La ausencia de crítica frente a la mirada prolongada a las pantallas y la soledad consecuente. Creo que para nada es neutro el hecho de que cada vez nos miremos menos a los ojos, o que los niños y niñas pasen tantas horas enganchados a internet.
Quisiera que los sabios nos explicaran cómo las tendencias educativas del futuro van a promover la inclusión y el progreso de tantos niños y niñas que tienen en la educación su esperanza principal. Pesadita que es una.