No veo claro eso de que tengan que hacer deberes en verano, me cuenta una amiga.
Pues yo sí lo tengo clarísimo, y además algunas tareas deberían ser de «obligado cumplimiento».
Sin excusas, sin concesiones a la pereza, sin miedo a caerse, a mancharse, a despeinarse.
¡El verano permite mejorar un montón de cosas! Por ejemplo:
- Subirse a un árbol (y, si es posible, montar una cabaña): mejora la motricidad y la concentración.
- Recoger pétalos de flores y hacer colonia: mejora los sentidos… y la paciencia.
- Ayudar a poner y retirar los platos de la comida: mejora la orientación espacial, el sentido de la estética y la responsabilidad.
- Luchar con piñas: un juego lo suficientemente agresivo y divertido, que mejora la puntería y exige bastante autocontrol.
- Pescar renacuajos, ranas, o por lo menos, sapos, que se dejan atrapar mejor: mejora la observación, los reflejos y la motricidad fina (bueno, esto depende del pescador).
- Pisar la hierba descalzos: mejora la circulación.
- Hacerse la cama: mejora las caras de felicidad que ponen la madre y el padre, cosa que también es necesaria.
- Leer un libro porque sí, porque gusta: mejora la imaginación, el lenguaje y la atención.
- Rascarse las rodillas, limpiarse la herida, ponerse una tirita y seguir corriendo: mejora la autonomía y el optimismo.
- Salir por la noche con una linterna a cazar cualquier cosa: mejora la vista y ayuda a superar el miedo a la oscuridad.
Como los niños y niñas de la foto, en verano hay que subirse a un árbol y no a un pupitre para recitar Oh capitán, mi capitán…