Hace unos pocos días leí el reportaje Amistad, divino tesoro, sobre la relación entre salud y amistad.
Un estudio publicado recientemente concluye que carecer de relaciones sociales tiene un efecto negativo para la salud equivalente a fumar 15 cigarrillos o beber seis vasos de alcohol al día.
Puede parecer exagerado a primera vista, pero tiendo a creer que probablemente es así. Disfrutar de la relación afectuosa con muchas personas es demasiado bueno como para que no tenga ninguna repercusión en el organismo físico.
Pocos días después de leer este artículo cayó otro en mis manos, El poder curativo de las palabras, y creo que ambos están conectados. La amistad es el espacio y el tiempo de la conversación, el espacio y el tiempo de la terapia no profesional que nos proporcionamos los unos a los otros.
Creo que la amistad y la palabra tienen un escenario favorable y prodigioso en el camino, en el andar. Caminando por el placer de caminar, de respirar, de explorar la naturaleza, surge fácil la palabra reparadora, balsámica o estimulante, entre los compañeros de ruta.
Cuando yo era monitora y llevaba grupos de niños y adolescentes de excursión, al final del itinerario a veces sacaba de la mochila 8 tiras de cartulina con una palabra cada una. El juego consistía en construir una frase coherente.
Las palabras eran ES, EXPLORAR, DE, AMISTADES, PAISAJES, MANERA, DESCUBRIR, UNA.
Los chicos y chicas tardaban poco en componer una frase: Explorar paisajes es una manera de descubrir amistades. Y luego le dábamos la vuelta: Explorar amistades es una manera de descubrir paisajes.
Las personas son paisajes y los paisajes hablan. Descubrirlos, hacer amistades, está en la base de nuestra salud.