¿No estamos usando un lenguaje un poco complicado para los niños y niñas de ocho años? – le pregunté a Roberto Flores. Era a finales del siglo pasado y estaba yo entonces elaborando la adaptación al catalán de La aventura de la vida, un programa de educación para la salud promovido por EDEX.
Roberto me respondió con lucidez: Sí, ya sé que si ponemos «Héctor estaba llorando» se entiende mejor que si ponemos «Héctor estaba sollozando», pero precisamente por esta razón quiero que ponga sollozar y no llorar. Así los niños y niñas se llevan una palabra nueva… Buenísima e imbatible respuesta… ¡Aprendí la lección!
La aventura de la vida ha sido un éxito. Pasa el tiempo y continúa promoviendo conocimiento, hábitos y actitudes entorno a la salud. Sigue atrapando al alumnado y al profesorado pese a no bajar la guardia facilitando en exceso las cosas. Ni pone la letra más grande, ni rebaja el vocabulario a niveles de pura supervivencia.
Por eso he recibido con alegría la noticia de que el programa de radio La aventura de conversar (una especie de spin-off de La aventura de la Vida) celebra su sesión número 200 en Tarragona Radio.
Y, relacionado con todo esto, me ha llamado poderosamente la atención el artículo ¿Estamos mermando el vocabulario de los niños?, aparecido en mi admirada revista Yorokobu del mes de marzo.
No te pierdas Los niños se han quedado sin palabras, el vídeo que el artículo incluye de Núria Pérez Paredes… ¡bravo, Nuria! Yo también lamento que les ahorremos el esfuerzo de aprender palabras nuevas, de saborear los matices y enriquecer la comunicación.