Si yo hubiera vivido en la Plana de Vic -en el centro de Cataluña-, me hubiera sentido orgullosa de que mi hija asistiera al Instituto de Gurb.
Porque asistir, lo que se dice asistir, no es la palabra. Lo que hacen los chicos y chicas es un entrenamiento intensivo en participación, ciudadanía e inmersión activa en el conocimiento. Sin tregua y sin margen al aburrimiento. Dentro del instituto, en el entorno próximo y en el mundo.
De entrada se organizan en brigadas para implicarse en todos los aspectos del centro donde no tiene sentido que sólo se movilice el profesorado: organizar la salida al patio, ttorizar a otros compañeros en las tareas de clase; actualizar las redes sociales del isntituto; solucionar problemas informáticos, organizar el fondo de la biblioteca, reparar el parque de bicicletas… Aprenden a gestionar problemas y a buscar soluciones entre todos.
Uno de los proyectos estrella es su compromiso con el Torrent de l’Esperança a fin de mejorar su estado ambiental y promover su uso educativo y social. La investigación del deterioro del torrente en las materias de Biología, Ciencias Naturales y Sociales les ha motivado a plantar y mantener árboles autóctonos de ribera; desbrozar; reforestar; retirar escombros; construir una balsa ecológica; construir comederos y cajas nido para pájaros; construir y mantener un huerto ecológico y un jardín botánico; eliminar núcleos de cañas… ¿Hay un nombre más adecuado para este torrente?
A los chicos y chicas del Instituto de Gurb nada les es indiferente. Comparten con el profesorado tareas de gestión del centro, comparten con la ciudadanía el cuidado de un entorno rural fragilizado y a partir el Proyecto Rwanda se comprometen también con dos escuelas de este país, Saint François Coll i Santo Domingo School, elaborando materiales en inglés para su alumnado de Primaria. En este mundo globalizado ¡lo que los chicos y chicas de Gurb aprenden de inglés lo ponen a funcionar en Rwanda!
Como dice Teresa Pietx, la directora del Instituto de Gurb, la jornada escolar aquí pasa volando… una jornada intensa, de mucho trabajo compartido y de muchas oportunidades para todos… un día basado en el autoaprendizaje y la ayuda mutua, un día en el que todos han dado lo mejor de cada uno para conseguir retos compartidos, un día para sentirse parte de un proyecto. En definitiva, un día de escuela.
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Un día de escuela
La jornada pasa volando porque el torrente de esperanza no deja de fluir en todas direcciones.