Habitualmente me pone en guardia la nostalgia. Soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado siempre fue peor y me suele agobiar un poco ese aroma a tristeza que a veces desprende.
Pero el jueves pasado la nostalgia se vistió, premonitoriamente, de primavera. Fui al estreno del documental Jaume Arnella, el Joglar (el juglar), una película magistralmente concebida y realizada por el amigo Agustí Corominas.
A Jaume no le conozco personalmente. Es un mito de la música popular en Cataluña. Jaume Arnella y Joan Soler Amigó eran como el Zipi y Zape de lo que en los años sesenta y setenta se llamaba la música folk -ahora «country»; los espirituales negros -ahora «gospel» y la tradición musical rural, de la que ambos eran investigadores incansables.
Jaume ponía la música y Joan ponía la letra. El objetivo no era otro que hacer cantar a la gente. Y bailar también. Un poco de color en un país que entonces era en blanco y negro, tediosamente plano, en el que Franco no se acababa nunca.
Las personas que asistimos al estreno del documental tuvimos la oportunidad de recordar la música -y la historia- de nuestra adolescencia y juventud sin rencor ni tristeza. Paladeamos la otra cara de la nostalgia: sentimos esa inmensa alegría, con una pizca de orgullo, del yo estuve allí.
El documental cierra con Se que venen pels camins, una de las mejores canciones, a mi juicio, de Jaume y Joan. Una melodía de 1968 que suena como la banda sonora de una marcha a pie o trotando suavemente y que, treinta y ocho años más tarde, se revela sorprendentemente actual. ¡Seguro que se te ocurre a quién se la dedicarías!:
Sé que vénen pels camins i que canten primavera. Són els homes d’un país i és el vent de les carenes. Mira si n’alcen de pols, deixen enrere les penes. Vénen d’una mar de plors, dels bardissars de la guerra, de l’arena de la fam, de la grisor de la cendra. No són raïm de vi dolç, no són gra d’espiga tendra, han madurat al celler i a la tina de les penes. Porten flor d’ametller als ulls i a les mans roses vermelles, porten garbes a les mans, ja no porten escopetes. Els han llaurat amb diner damunt les pròpies esquenes, ells vivien espremuts i ells són ara els qui veremen. Homes i dones i nens de pell blanca i de pell negra, el preu que han pagat, la sang, la seva herència, la terra. Ja és temps, ja és temps d’arribar, ja és temps de deixar la cleda; el sol, el sol ja és prou alt i l’esperança acomplerta |
Sé que vienen por los caminos y que cantan primavera. Son los hombres de un país y es el viento de las crestas. Mira cuánto polvo levantan, dejan atrás las penas. Vienen de un mar de llantos, de los zarzales de la guerra, de la arena del hambre, del gris de la ceniza. No son uva de vino dulce, no son grano de espiga tierna, han madurado en la bodega y en la tina de las penas. Llevan flor de almendro en los ojos y en las manos rosas rojas, llevan gavillas en las manos, ya no llevan escopetas. Les han labrado con dinero sobre las propias espaldas, ellos vivían exprimidos y ellos son ahora los que vendimian. Hombres y mujeres y niños de piel blanca y de piel negra, el precio que han pagado, la sangre, su herencia, la tierra. Ya es tiempo, ya es tiempo de llegar, ya es tiempo de dejar redil; el sol, el sol ya es bastante alto y la esperanza cumplida |