Al final, una se distrae con lo que encuentra, luchando contra la tediosa sensación de más de lo mismo. Por ejemplo, a veces yo me distraigo en identificar las características del macho alfa en los debates y tertulias y contar cuántas veces se repiten.
Creo que he identificado 5 espléndidos indicadores de un diálogo testosterónico (o tertulia, o debate, o como quiera que se llame). No me refiero sólo a los políticos: también hay diálogos de esta especie en el ámbito empresarial, asociativo, universitario…:
- El ponente está pendiente de responder y no de comprender lo que dice el otro. Manifiesta una actitud anti-empática (y de paso antipática) descrita estupendamente por Cecilia Casado en este artículo.
- El ponente no reconoce ningún error, debilidad o limitación propia. Por el contrario, todo esto lo esconde y nunca o casi nunca se disculpa. Está convencido de que siempre tiene razón y que el debate no sirve para otra cosa que para exponer sus creencias, no para cuestionárselas.
- El ponente nunca reconoce las virtudes de su adversario, también éstas las esconde. Recuerdo que una vez la televisión catalana montó un programa donde 5 políticos (tres hombres y dos mujeres) debían trabajar durante una mañana con profesionales diversos. Al final, se visionaban todas las grabaciones y una de las preguntas que se les formulaba era si habían advertido alguna habilidad o característica positiva en sus adversarios políticos. Sólo las dos mujeres respondieron a esta pregunta, los hombres la ignoraron olímpicamente… ¿casualidad?
- El ponente «marca territorio». Exhibe su poderío, quiere dejar constancia que es una persona importante, que hace grandes cosas y de alto impacto. A veces lo concreta en que no para de hablar, comiéndose el tiempo de los otros con total descaro, ¡confieso que esto me saca de quicio!. Otras veces, lo que hace el macho alfa es puntualizar por oposición todo lo que dicen los demás, afirmándose continuamente, usando más el «pero» que el «y».
- El ponente tiende al ensañamiento. Bueno, esto ocurre en los casos más extremos, pero la verdad es que no son infrecuentes. Convierte al adversario en enemigo a batir. Las cosas son blancas o negras. No hay matices y si se puede humillar, mejor.
No digo que el diálogo testosterónico sea sólo propio de los hombres. Muchas mujeres actúan también así y muchos hombres se alejan de este estereotipo. Pero, sinceramente, estas actitudes las veo más en hombres que en mujeres.
Se podría objetar, en el caso de los políticos, que están aconsejados por sus asesores de imagen. Pero ¿no será que éstos también son testosterónicos?