Cada vez me sorprende menos la cantidad de docentes que en su tierna juventud (o no tan lejos) fueron monitores, animadores, dinamizadores de movimientos juveniles, etcétera y ahora impulsan proyectos de aprendizaje-servicio desde la escuela.
En el año 2006 el Consejo de la Juventud de España publicó un estudio muy interesante que aporta algunas claves: El movimiento asociativo juvenil: escuelas de ciudadanía. La valoración social de los aprendizajes en las organizaciones juveniles.
Investigación científica aparte, soy de las que sostienen que a las personas que han pasado por estas experiencias se les acaba notando. ¿En qué?
Pues en la expresión de valores como amor a lo colectivo, a lo inclusivo, a los valores cívicos, a la defensa del bien común… pero también en cosas bastante prácticas, como por ejemplo en que no se les suelen caer los anillos, están acostumbrados a buscarse la vida, a lanzarse sin tenerlo todo planificado y a sostener proyectos con recusos muy escasos.
A improvisar una linterna al estilo McGiver con una lata de sardinas y un poco de papel de WC enrrollado como una mecha, en definitiva. ¡Son muchos campamentos acumulados, muchas campañas económicas para rebajar los precios a las familias, muchas madrugadas calmando las inseguridades de los niños y niñas…!
De hecho, el año pasado incluso se constituyó en Cataluña una asociación de parlamentarios scout: otra muestra del vínculo entre estas experiencias vitales y el compromiso con la comunidad.
Bueno, pues sí, la cabra tira al monte y nada es casualidad. Hay mucho docente impulsando aprendizaje-servicio que vivió intensamente y en su momento la educación no formal.
Esther Escoda, Javier Torregrosa, Sergio Ferrandis Joan Dalmau, Jordi Ibáñez, Lourdes Ruíz, Rafa Mendía, Marta Guirao… personas que viven como lo más natural la fusión de lo educativo con lo social.
Estoy por hacer un inventario… ¿Alguien me ayuda?
La foto que ilustra este post es del blog A peu per Montserrat, un lugar donde cada día veo más cabras salvajes como ésta.