Acabó ayer mi máster anual, el Seminario Internacional de Aprendizaje-Servicio de Argentina. Un gran entrenamiento a todos los niveles: grandes experiencias a compartir, reencuentro con viejos amigos, nuevas ideas y enfoques, nuevos contactos personales…
Estuve corriendo estos días por Puerto Madero, pero para el Seminario es necesario calzarse unas buenas zapatillas mentales, porque hay que correr en el camino de la enorme y rica diversidad de procedencias de los participantes y sus proyectos.
Sin embargo, a los pocos minutos de carrera, como bien dijo Quique Ochoa, una se da cuenta de que hablamos el mismo lenguaje conceptual, aunque los términos sean diferentes. Y que si bien los contextos varían de un país a otro, también varían los contextos dentro de un mismo país.
Lejos de asustarnos, trotar en estos caminos diversos resulta mucho más estimulante que sobre una monótona y uniforme cinta de gimnasio.
Para redondear el cierre del entrenamiento, Andrew Furco compartió sus reflexiones finales:
- Aunque los proyectos de aprendizaje-servicio sean excelentes, aunque proporcionen enormes beneficios a los chicos y chicas, no hay que perder de vista el por qué lo hacemos. Nuestro propósito no puede ser «hacer» ApS, sino usarlo como herramienta para transformar el mundo.
- El encuentro ha mostrado hasta qué punto podemos confiar en los chicos y chicas. Hasta los niños más pequeños de 3 y 4 años pueden hacer grandes cosas. No interfiramos, dejemos que desplieguen sus alas.
- Latinoamérica hace el mejor aprendizaje-servicio del mundo. Por eso es necesario contar y visibilizar los relatos, compartir los proyectos con otros países y personas para extenderlos.
- Tendemos a pensar y actuar sobre los problemas de las comunidades y del alumnado, pero todavía no estamos visualizando los propios sistemas educativos como problemas sobre los cuales incidir también. Las estructuras rígidas y burocráticas de nuestros sistemas educativos no permiten frecuentemente desarrollar el compromiso solidario. Si no incidimos en esto, estaremos luchando siempre cuesta arriba.
Al final del seminario, como en todo buen entrenamiento, una queda cargadita de endorfinas. Tal vez por eso acabo con la cita que cerró el evento:
Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Actué y he aquí que el servicio es alegría. Rabindranath Tagore.